A propósito de lo discutido hoy, durante y después de la clase, nos permitimos comenzar a volver la mirada a una química en particular y a una ciencia en general, integrantes y formadoras de lo cotidiano, que atraviesan y que son atravesadas por fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales.
¿Qué queremos conocer? ¿Por qué y para qué queremos conocerlo? ¿Cómo usamos el conocimiento? ¿Qué hacer con el? ¿Podemos pensar en una ciencia independiente de los factores económicos, políticos, sociales y culturales? ¿Cómo interactúan entre si estos aspectos? ¿Qué lugar ocupa la ciencia en la sociedad? ¿Y el investigador?
Dos epistemólogos argentinos, Mario Bunge y Gregorio Klimovsky, hacen una distinción entre la ciencia como expresión del conocimiento y el uso que a éste se le es dado por los Estados y/o los gobiernos. Bunge sostienen que el investigador científico no es responsable de las aplicaciones del conocimiento que produce. Klimovsky, en cambio, señala la importancia del deber ético del científico:
"todo hombre de ciencia debería preguntarse ¿Para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo? ¿En qué beneficia a la humanidad? y debería participar en política y en los partidos políticos para promover esta visión de las cosas". Surge el concepto de "La ciencia martillo", la ciencia como herramienta que construye pero que también destruye.
Si la investigación científica requiere sustento económico, ¿Quiénes son los inversores? ¿Cuáles son los criterios por los que se deciden a financiar ciertos proyectos? ¿Cuál es el rol del Estado en la promoción de la ciencia y la tecnología? ¿Qué se busca cuando se decide poner en marcha una investigación científica? ¿A servicio de qué o de quién se pone el investigador científico? ¿Qué lo motiva? ¿El bien común? ¿El conocimiento
per se? ¿Poder? ¿Dinero?
En 1939, Albert Einstein, gracias a trabajos realizados por Fermi y Szilard, deduce y comunica el asombroso potencial del elemento Uranio como fuente de energía. Para graficarlo, en una carta al presidente de los Estados Unidos (Roosvelt), habla del poder que habría de tener una bomba fabricada con este material. En 1940 se crea el proyecto Manhattan y empiezan a producirse las primeras bombas atómicas que, años mas tarde, matarían a cerca de doscientas mil personas en Hiroshima y Nagasaki.
Las bombas atómicas se construyen sobre bases físico-químicas relativas a las propiedades del núcleo atómico. El núcleo del átomo está formado por partículas con carga eléctrica neutra (neutrones) y por partículas con carga eléctrica positiva (protones). Dado que las partículas con igual carga se repelen, la energía necesaria para mantenerlas juntas es muy elevada. Esa energía es una de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza y es la denominada
fuerza nuclear fuerte. Cuando dos núcleos atómicos se desintegran (fisión) liberan enormes cantidades de esa energía contenida. Por el contrario, cuando dos núcleos lo suficientemente ligeros se combinan (fusión), la energía nuclear fuerte los unirá formando un núcleo de mayor tamaño pero con algo menos de masa. Esa masa 'faltante' se libera como energía según la fórmula E = mc2 (cuadrado) y es la llamada energía de fusión.
El fenómeno de fusión nuclear es un fenómeno que ocurre en la naturaleza. En el sol, los átomos de Hidrógeno se fusionan entre sí para formar Helio liberando energía como calor y radiación. Con esta base, el hombre ha construído las llamadas bombas de hidrógeno, en donde núcleos livianos como el del hidrógeno o el de alguno de sus isótopos se unen para generar una reacción nuclear en cadena no controlada que libera masivas cantidades de energía.
Los explosivos han sido útiles para la construción, pero ¿Qué motiva la aplicación del conocimiento científico para la fabricación de armas de destrucción masiva? ¿Qué otro uso se le da a una ametrelladora sino matar?
La ciencia provee conocimientos cuya aplicación impacta de forma severa en los procesos sociales, en la concepción que los individuos hacen de la vida y de la realidad. El teléfono, la anticoncepción, las vacunas, el manejo de los hidrocarburos... Inventos y procesos que han marcado un antes y un después en las sociedades.
Pero no todo son armas para la guerra. En 1955 Jonas Salk presenta su vacuna contra la poliomielitis. Su aplicación ha generado un descenso en la mortalidad por esta infección del 100%. En una de sus entrevistas le preguntan:
"¿Quién posee la patente de esa vacuna?". Las patentes otorgadas a nuevos medicamentos o tecnologías dan, por cierto lapso de tiempo, el derecho exclusivo a la venta del invento. Salk decide, sin embargo, que se expenda gratis. Responde:
"Yo diría que la gente. No existe tal patente. ¿Usted patentaría el sol?".
En el año 2000, en Estados Unidos se concluyen simultáneamente dos proyectos cuyo fin era la secuenciación completa del genoma humano. Uno era público; el otro, privado. El proyecto Genoma Humano llevado a cabo por Celera Genomis, empresa fundada por el biólogo y empresario Craig Venter, logró producir la primera célula humana sintética y reclamó la patente de su invento y, con ello, el monopolio de la información que había requerido, que era ni más ni menos que el mapa completo del ser humano. Muchas fueron las críticas y finalmente la Corte Suprema estadounidense prohibió el patentamiento de genes humanos dado que "no pueden pertenecen a nadie de forma exclusiva", es un conocimiento inherente a la humanidad toda.
Es importante concebir una ciencia contextualizada y velar por que los conocimientos que de ella se desprendan sirvan al bien común. Tenemos/tendremos, como docentes, un importante rol en este aspecto. Debemos ser capaces de entender que transmitimos herramientas poderosas y que, por tanto, tendremos que, al menos hacer el intento de promover un uso responsable de ellas, que sea regido por las normas éticas y morales, que bregue por el mejoramiento de las condiciones de vida, que considere a la vida como un bien sagrado y que garantice, en cualquier instancia, la dignidad de las personas y de cualquier otro ser vivo.